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Serie
“Vencedores en la Batalla Espiritual”

Basado en: 1 Tesalonicenses 5:15-22
“Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo”. 

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Resumen de los Temas:

  1. Conociendo a Nuestro Adversario.

  2. Pecado y Responsabilidad: Asumiendo las Consecuencias.

  3. Los Métodos del Adversario.

  4. Resistiendo en la Fe: Nuestra Defensa en la Batalla.

  5. Conclusión.​​

Introducción

En 1 Pedro 5:8-9, el apóstol Pedro nos insta a estar sobrios y vigilantes porque enfrentamos un adversario formidable: el diablo, quien, como un león rugiente, busca a quien devorar. Este pasaje describe no solo la realidad de un conflicto espiritual constante, sino también nos llama a resistir firmes en la fe, recordándonos que no estamos solos, pues otros hermanos en todo el mundo comparten nuestras luchas. Reflexionemos sobre este desafío y las herramientas que Dios nos ha dado para prevalecer.

​​​​Primera Parte

 “Conociendo a Nuestro Adversario”

Satanás: Limitado pero Astuto

Aunque Satanás es llamado “el príncipe de la potestad del aire”, no tiene los atributos divinos de Dios. Uno de ellos, es su omnipresencia el cual le permite estar presente en todas partes al mismo tiempo. “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú; y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás” (Salmo 139:7-10).  Dios no está limitado por el tiempo ni el espacio; su presencia llena todo el universo. Este atributo destaca por la constante y activa presencia de Dios en cada rincón de su creación.  Satanás, en contraste, carece de omnipresencia, omnipotencia y omnisciencia.  Sin embargo, su influencia es amplia, operando de manera rápida y estratégica.

 

 

La presión espiritual y la responsabilidad personal

 

Satanás está aquí y allá, tentando y esparciendo sus artimañas por países lejanos, apresurándose a través del mar o moviéndose velozmente por la tierra.  Recordemos que tras su caída, arrastró consigo a la tercera parte de las estrellas del cielo (Apocalipsis 12:4), espíritus caídos que están listos para ejecutar su voluntad y obedecer sus órdenes y son quienes ejercen presión sobre los creyentes en todas partes del mundo, buscando cómo alejarlos de la fe y confundir sus pensamientos.  Ellos son los que te dirán o harán creer de que Dios se ha alejado de ti, que no te escucha, que no le importas, que te pone pruebas a propósito para que caigas.

Pero es importante tener en cuenta lo siguiente, no todo lo que nos sucede se lo debemos atribuir a la influencia de las fuerzas del mal. 

Segunda Parte

“Pecado y Responsabilidad:

Asumiendo las Consecuencias”

 

 

Cuando tomamos una decisión, no todo lo que nos suceda como resultado se le debe atribuir a la influencia de las fuerzas del mal. Muchas veces son producto de haber tomado una mala decisión.  Muchas veces son producto de haber tomado una mala decisión. Si cruzo con mi auto un semáforo en rojo o si excedí el límite de velocidad permitida y se provoca un accidente, lisa y llanamente es mí culpa o si mantengo relaciones extramatrimoniales que terminan en un divorcio donde hay niños y toda una familia que sufre debido a la separación, es nuestra culpa.  Quizás hayamos escuchado en nuestro interior esa “vocecita” interior que nos da malos consejos alegando “que no va a pasar nada, es solo una vez, date el gusto, probalo”, no podemos cargar la responsabilidad de nuestras caídas a un Dios causante de nuestros males. Debemos aceptar las consecuencias por nuestros pecados aunque haya muchos que le tengan fobia o no crean en esa palabra, pero es así, por el “pecado” se pierden batallas.

 La naturaleza caída del hombre genera pecado por sí sola, como las malas hierbas crecen sin necesidad de ser sembradas. Esto nos llama a ser responsables y a buscar refugio en Dios.  Por supuesto, existen escépticos que niegan la existencia de este espíritu maligno pero generalmente este tipo de personas son los que tampoco creen en Dios.

Es innegable que Satanás es hábil y astuto que cuenta con una experiencia milenaria que lo hace un enemigo formidable. ¿No arrastró a la caída al sabio Salomón, cuya sabiduría sobrepasaba la de cualquier otro hombre? ¿No venció al fuerte Sansón, quien pudo matar a mil filisteos pero no resistió las astucias de Dalila? ¿Y qué decir del rey David, un hombre conforme al corazón de Dios, que también sucumbió a un pecado lamentable? Si estos grandes hombres de Dios cayeron en sus artimañas, ¿cuánto más debemos nosotros estar vigilantes y firmes en la fe?

Tercera Parte

“Los métodos del adversario”

El León Rugiente y el Ángel de Luz

El destructor cuenta con muchos métodos para hacer daño. En el pasaje en que nos basamos, se lo compara con un león rugiente. Sin embargo, en otros textos de la Escritura se nos advierte que él sabe transformarse en ángel de luz: “Porque estos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo.  Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz. Así que, no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras” (2 Corintios 11:13-15). Aquí, el apóstol Pablo advierte sobre falsos apóstoles que enseñan falsas doctrinas, actuando bajo la influencia de Satanás y presentándose como si fueran defensores de la verdad.

Además, Satanás, de manera suave y convincente, enseña falsa doctrina y error. En todo tiempo aparenta tener un celo santo por la verdad y un amor sincero por lo que es delicado, hermoso y de buena reputación. Así lo confirma la advertencia: “Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios” (1 Timoteo 4:1).

En los días de Pedro, los rugidos del león se manifestaban en brutales persecuciones. Los cristianos enfrentaron cárceles, tormentos y martirios de indescriptible crueldad. Aunque estas pruebas eran estremecedoras, los creyentes encontraban fortaleza en Dios, recordando que: “...mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo” (1 Juan 4:4).

Cuarta Última Parte

“Resistiendo en la Fe: 

Nuestra Defensa en la Batalla”

Hoy, los métodos del adversario pueden variar, pero su objetivo sigue siendo el mismo: destruir la fe, impedir la comunión con Dios por medio de la oración. Utiliza el miedo, las falsas doctrinas, las tentaciones y, de manera cada vez más evidente, ataca el vínculo familiar, buscando debilitar la base de la sociedad y afectar la transmisión de valores cristianos. Por eso, debemos permanecer atentos y conscientes de sus estrategias, protegiendo no solo nuestra fe individual, sino también nuestros hogares y nuestras familias.

 

Nuestra Defensa en la Batalla

El apóstol Pedro nos llama a resistir “firmes en la fe” (1 Pedro 5:9). Esto implica someter nuestra vida a Dios, confiar plenamente en sus promesas y fortalecer nuestra comunión con Él a través de la oración, la Palabra, la fe y por supuesto, la obediencia.

Cuando Satanás ruge, debemos recordar que nuestra fuerza proviene de Dios, no de nosotros mismos. Santiago 4:7 nos anima a someternos a Dios y resistir al diablo, con la promesa de que él huirá de nosotros. Este acto de resistencia no solo derrota al enemigo, sino que también nos lleva más cerca de Cristo.

A menudo, Satanás utiliza la tentación como un arma poderosa. Pero debemos evitar ser como los que: “...confían en carros, y otros en caballos...” ya que como hijos de Dios:ci “...contamos con el Señor nuestro Dios” (Salmos 20:7 RVR-1960 y DHH).

Debemos aferrarnos a la cruz de Cristo y no confiar en nuestra propia fuerza. Recordemos que “…en verdad Dios no está lejos de cada uno de nosotros” (Hechos 17:27). Al mantenernos cerca del Salvador, hallamos la fortaleza para enfrentar cualquier ataque.

Conclusión​

La Victoria Está en Cristo​

Aunque el león ruja a más no poder, no debemos temer. Cristo, el León de Judá, ha vencido al enemigo en la cruz. Su sangre nos protege y su resurrección asegura nuestra victoria final. Como dice Miqueas 7:8 “Aunque caí, me levantaré; aunque more en tinieblas, Jehová será mi luz”.

Nuestra tarea es permanecer firmes en la fe, resistiendo con valor, permaneciendo en oración y confiando en las promesas de Dios. El león rugiente puede asustar, pero el León de Judá lo ha derrotado. Al hacerlo, no solo nos protegemos del adversario, sino que también damos testimonio de la grandeza y fidelidad de nuestro Señor. En Cristo está la victoria, y nada podrá separarnos de su amor.

Así que, no temas al maligno, teme al Señor. Pero ese temor significa profundo respeto, reverencia y sumisión hacia la divinidad, que lleva a la obediencia a sus mandamientos y a la búsqueda de hacer lo agradable ante sus ojos.

Resiste en la fe, aférrate a la verdad de Dios y recuerda: en Cristo hay victoria.

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Primera Parte
Segunda Parte
Tercera Parte
Cuarta Parte
Conclusión
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